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Despertar A La Máquina

La máquina dormida no produce –ni puede producir- la transformación. Un cambio en el Ser se obtiene sólo a través de esfuerzos intensos, y de la lucha contra nuestra tendencia a caer en un estado de identificación con el sueño de la máquina.

Debemos darnos cuenta de que no podremos convencernos sólo con datos mentales y razonamientos de que la máquina biológica está realmente dormida, de que el Ser está identificado con el sueño de la máquina, y que el sentido y objetivo de la vida humana en la tierra –o sea, la máquina biológica humana funcionando como un aparato de transformación para la posible evolución del Ser- de ninguna manera puede seguir adelante en una máquina dormida.

En cualquier caso, nadie sería capaz de ver la realidad de la situación a partir de argumentos meramente intelectuales, provenientes del exterior.

En resumen, debemos proporcionarnos un choque intencionado, una experiencia personal tangible, en la cual veamos por nosotros mismos que todo esto no es simplemente alguna clase de filosofía interesante preparada para nuestra diversión.

De algún modo, debemos ver, sentir y percibir por nosotros mismos, que la máquina está realmente dormida; puede que, incluso, la veamos como realmente muerta en el sentido más siniestro de la palabra.

Hasta que hayamos visto claramente por nosotros mismos que la máquina está dormida y, por lo tanto, que no es consciente de ningún modo, y más aún, que no podemos hacernos conscientes simplemente decidiendo despertar a la máquina, no sentiremos realmente la necesidad de trabajar.

Una vez que hayamos sentido y percibido el sueño de la máquina, aunque sólo sea momentáneamente, sabremos instintivamente que debemos elegir: o bien quedarnos dormidos durante el resto de nuestras vidas, o bien empezar a hacer esfuerzos para despertar a la máquina.

Sin la ayuda de escuela alguna, ya podemos producir en nosotros el Sueño Horizontal y el Sueño Ambulante

Es la tercera forma de consciencia la que nos atribuimos aunque normalmente no la podemos poseer, porque requiere el despertar de la máquina biológica.

Debemos entender desde el principio, que esta tercera forma de consciencia no forma parte realmente de nuestro repertorio y, aún así, el Estado de Despertar es una forma de consciencia tan básica para la vida que deberíamos ser instruidos cuando niños, desde nuestra más tierna infancia, sobre cómo despertar a la máquina, para así poder vivir toda nuestra vida en este estado; sin embargo no existe nada de esto en los sistemas educativos occidentales modernos.

El despertar de la máquina es a nuestra preparación para una vida en el Trabajo como el parvulario en relación con la universidad. Si la civilización estuviera a la altura de su nombre, ahora no estaríamos obligados a empezar nuestro trabajo en un nivel tan patéticamente bajo; pero debemos hallar la valentía para darnos cuenta de dónde nos encontramos en realidad, y entonces empezar desde aquí; si es que no deseamos caer en un trabajo puramente imaginario.

Nuestra consciencia normal se parece a un obrero que se ha dormido mientras trabajaba entre las vigas de una alta estructura; sin embargo -sólo porque nuestro trabajo continúa y la máquina de algún modo consigue mantener su equilibrio automáticamente- no nos damos cuenta de haber caído en la hipnosis ambulante de la máquina.

La máquina está condicionada para continuar con sus actividades mentales, emocionales y físicas, de una forma completamente mecánica. Las actividades rutinarias de la máquina no requieren de nuestra atención ni de nuestra presencia, ni siquiera en el más ínfimo grado.

Cuando llegamos al Trabajo por primera vez, somos más animales que espirituales, porque hemos sacrificado la consciencia real por un estado en el que somos arrastrados por las actividades mecánicas rutinarias de la máquina, mientras ella sigue su fatigosa marcha habitual hacia el olvido.

Y debido a que nuestra parte no-fenoménica, a través de la influencia hipnótica de la sensación y de las distracciones mentales, cae en la identificación con el sueño de la máquina, también nosotros habremos de morir un día junto con la máquina dormida, sin haber experimentado nunca lo que significa realmente estar vivo dentro de la máquina.

Normalmente, pensamos en nosotros mismos como seres despiertos; pero si la máquina está dormida, no podemos tener ningún sentido real de lo que eso significa, y en realidad será mentira. El hecho es que caemos identificados con las seducciones sensoriales y las distracciones mentales de la máquina desde el momento mismo del nacimiento de la máquina hasta el momento último de su muerte.

El primer indicio de consciencia real se manifiesta cuando la máquina ha sido despertada de una manera u otra y empieza a funcionar como un aparato de transformación sobre el yo esencial. . .lo que llamamos el Ser. En el transcurso de la rutinaria vida mecánica, este estado rara vez sucede accidentalmente por sí mismo.

Dejaremos para más tarde el propósito de despertar a la máquina. Debería ser suficiente, al principio, con experimentar realmente el sueño de la máquina, y ver que esta situación puede ser cambiada por métodos específicos que cualquier persona es capaz de realizar con un poco de práctica.

Aquí tienes el experimento más sorprendente que jamás encontrarás, con el cual puedes ver por ti mismo la urgente necesidad de despertar a la máquina.

Usando tu aparato visual normal, es decir, los ojos, sigue tan intensamente como te sea posible el movimiento del segundero de un reloj o un Atencionador, si es que dispones de uno, intentando a la vez percibir tu presencia dentro de la máquina, y abarcando los sonidos, olores, temperatura, humedad y ambiente general del entorno; llegando al mismo tiempo a estar agudamente consciente de las sensaciones constantemente cambiantes de la piel de la máquina biológica humana, de las sensaciones de los órganos internos, de las sensaciones resultantes de los pensamientos que pasan por el aparato mental y de las emociones que acaso se estén produciendo, en el momento presente, dentro de la máquina.

Y todo esto mientras la atención está intensamente arraigada en el rápido e inexorable movimiento del segundero, desplazándose por la esfera del reloj.

Cuando iniciamos por primera vez nuestros esfuerzos para despertar a la máquina, el único resultado inmediato es que pronto vemos que la voluntad de dormir de la máquina es mucho más poderosa y continua que nuestra voluntad de despertarla. Al principio, el ser no-fenoménico no puede hacer nada al respecto, salvo ejercer la única voluntad de la que realmente dispone: la voluntad de la atención.

Debido a que no tenemos voluntad propia hasta que nuestra voluntad ha sido intencionalmente desarrollada, nuestra atención está cautiva de las actividades e intereses que se originan dentro de la máquina, la cual es también la fuente de toda emoción negativa, todos los procesos mentales asociativos, y todas las manifestaciones negativas.

Pero sí que tenemos voluntad de atención, y podemos usar activamente esta voluntad de atención para observar a la máquina biológica humana y sus actividades, tanto internas como externas, sin intentar realmente interferir de modo directo en la vida de la máquina.

Esta actividad sutil parece poca cosa; pero el simple hecho de que estemos observando a la máquina, la despierta un poco y nuestra observación activa tiene el efecto, aunque sólo a largo plazo, de cambiar realmente lo que se está observando.

Al mismo tiempo, podemos usar este ejercicio para acumular la fuerza necesaria para ejercer una forma de voluntad más poderosa - la voluntad de despertar a la máquina... pero, igual que en la gimnasia, este tipo de voluntad tarda tiempo en desarrollarse.

Debido a que una máquina dormida no puede funcionar como un aparato de transformación, el alma - que es única y enteramente producto de la transformación- no puede formarse, y aunque pudiera hacerlo, sin la base y el “alimento” para la evolución no podría desarrollarse. Sólo si tuviéramos la voluntad para despertar a la máquina, la vida podría tener algún significado.

La vida, como llegaremos a comprender algún día, no es una progresión del pasado al futuro; es un Eterno Retorno, una serie sin fin de pasos a través de, y en ángulo recto con, la vida de la máquina, en un esfuerzo por perfeccionarla como aparato de transformación, repitiendo este pasaje, y finalmente reparándola como un completo aparato de transformación de las dimensiones superiores, despertándola desde la concepción hasta la muerte.

Durante el transcurso de nuestro Eterno Retorno a través de la vida de la máquina, debemos ser capaces de despertarla no sólo en el pasado, antes de que hubiéramos escuchado incluso estas ideas, sino también durante sus periodos de sueño más profundo. Sólo con una máquina completamente despierta, que sea operativa como un aparato de transformación desde el primer momento de su concepción, podremos llevar a cabo nuestro Trabajo Real en las dimensiones superiores.

Si nos falta la voluntad necesaria para impedir que nuestra fuente de atención sea seducida por las atracciones del mundo externo, nos encontraremos demasiado ocupados con estas seducciones como para molestarnos con la tarea de usar nuestra atención para despertar a la máquina.

Esta poderosa forma de seducción, que rompe nuestra voluntad de atención, se llama hipnosis-mundial, o Maya. A menudo se piensa que Maya significa que el mundo es una ilusión. Debemos comprender que no es el mundo lo que es una ilusión, sino nuestra identificación con el mundo fenoménico, que es mantenida por Los Tres Grandes Enemigos - la atención errante, las distracciones y las seducciones.

La Naturaleza no teme a los esfuerzos normales. Debemos aprender a hacer esfuerzos especiales, ser más listos que la Naturaleza , obligarla a cometer un error, como haríamos en cualquier juego, como en el tenis de mesa o en el ajedrez. Tarde o temprano la naturaleza cometerá un error -si nosotros no lo cometemos primero- y se nos permitirá pasar desde las influencias de las dimensiones inferiores a las influencias de las dimensiones superiores.

Estamos condicionados para dejarnos caer en la máquina dormida y permitir que ésta continúe mecánicamente en el sueño. Aprendemos rápidamente a llegar a ser cualquier cosa en que la máquina se convierta en su mecánica rutina.

La identificación no es una simple fijación emocional, un deseo de estar con alguien o con algo. En realidad es el estado de caer en el mismo estado de aquello con lo que nos identificamos, como pasa con la máquina biológica humana. Hasta ahora, hemos estado tan completa y continuamente identificados con la vida mecánica de la máquina biológica que ya no somos capaces de separarnos a nosotros mismos de la máquina.

El yogui ha aprendido a trascender a la máquina; pero en realidad no está en mejor estado que cualquier otro ser humano, porque no ha aprendido a despertar a la máquina, permitiendo que ésta lleve a cabo su función como un aparato de transformación para el Ser. Acertadamente el yogui rechaza como ilusorios todos los fenómenos que observa a su alrededor; pero no puede ver que no son los fenómenos, sino la seducción de la fuente de atención por lo fenoménico, la causa principal de su fracaso para evolucionar más allá de la mera evolución física.

Incluso una máquina dormida puede ser usada para vencer su propio sueño, porque tiene sensaciones; podemos usar estas sensaciones para percibir el sueño de la máquina. Esta idea tan simple e inofensiva puede ser llevada a la práctica en la forma de un experimento, en el cual intentamos usar las sensaciones de la máquina para percibir el sueño de la máquina. En este experimento podremos ver por nosotros mismos, a través de nuestra propia experiencia, varios factores importantes:

Que la máquina está realmente dormida... no sólo las máquinas biológicas humanas en general, sino nuestra máquina en particular está dormida, e incluso se la podría llamar “el muerto ambulante”.

Que es posible ver -e incluso saborear un poco- cómo puede ser la vida cuando la máquina no está dormida.

Que es posible despertar a la máquina durante algún periodo de tiempo solo mediante métodos exactos y no usuales.

La urgente necesidad de empezar nuestro trabajo despertando a la máquina.

La razón por la cual sólo nosotros somos capaces de despertar a nuestras propias máquinas y por qué nadie más puede hacer este trabajo por nosotros.

Que será necesaria alguna fuente nueva y desconocida de fuerza para trabajar, y que si esperamos continuar con este trabajo, requeriremos energía y voluntad en una escala mucho mayor de la que hasta ahora acostumbrábamos a estimular en la máquina y en nosotros.

Que “el Trabajo” es efectivamente muy real y no consiste simplemente en filosofar de forma mental y por diversión.

Que nuestro tiempo en la máquina, que podríamos estar usando para nuestra posible evolución, se desliza muy rápidamente y, una vez perdido, no puede ser recuperado.

Que hay una determinada fecha límite para nuestro trabajo, y que si perdemos esta oportunidad ahora, puede que no seamos capaces de hacer estos esfuerzos más tarde.

Éstas y otras comprensiones resultarán de este intento experimental tan sencillo para percibir el sueño de la máquina

Una vez que hemos intentado, aunque sólo sea por unos instantes, despertar a la máquina por la pura fuerza de nuestra voluntad, si podemos ser sinceros con nosotros mismos, –y hasta que únicamente por el ejercicio de nuestra voluntad seamos capaces de despertar a la máquina-, nunca más diremos sin violentarnos, al menos internamente, “Yo estoy despierto”.

Intentar despertar a la máquina durante cinco minutos enteros de reloj nos puede demostrar el hecho tangible de que la máquina está dormida, algo que normalmente nos llega como un rumor y sólo a través de cuentos legendarios tales como La Bella Durmiente y Blanca Nieves, y también, al mismo tiempo, nos indica la posibilidad real del despertar y de la transformación.

Si creemos que nuestras máquinas están ya despiertas, o que ya poseemos la voluntad para despertar a la máquina cuando queramos, no nos podremos preparar para el Trabajo, porque estaremos hipnotizados, totalmente esclavizados a ese ser imaginario que habla de sí mismo en “primera persona”, se llama falsamente a sí mismo “Yo”, y tiene un nombre que crea la ilusión de continuidad y unidad.

Quizás no ocurra nada notable durante muchísimo tiempo; pero con el tiempo, con perseverancia, obtendremos resultados claros.

Ni siquiera el Absoluto puede darnos los medios para despertar a la máquina, ni ninguna otra persona puede activar a la máquina ya despierta y hacerla funcionar como un aparato de transformación, formando así un Puente entre nuestro mundo y las dimensiones superiores, donde el Ser pueda continuar su existencia y su trabajo en beneficio del Absoluto.

En realidad no podemos llamar a la vida de la máquina nuestra vida, ya que nuestra voluntad y atención están totalmente subyugadas por la voluntad de la máquina dormida; es la historia de la máquina la que impotentemente estamos obligados a vivir. Cuando la máquina está dormida, parecemos monos, cayendo en cada atracción externa, fascinados por el brillo y los destellos. Cuando la máquina está despierta, es imposible que actuemos como monos, porque la presencia, que es la fuente real de la atención, sólo se comporta de forma inconsciente cuando está bajo la influencia de la máquina en el sueño. Somos víctimas involuntarias de la máquina dormida, prisioneros de su palpitante auto-olvido, hasta que seamos capaces de ejercer nuestra voluntad de despertar a la máquina, superando a la propia voluntad de la máquina de permanecer dormida.

Un método para despertar a la máquina es concentrar intencionadamente la mayor atención posible de la fuente de la atención sobre las actividades de la máquina. El auto-estudio puede ser ahora definido más detalladamente como el estudio de las manifestaciones del centro motor de la máquina. Éste es el comienzo de todo nuestro trabajo inicial.

La transferencia mutua y recíproca de funciones entre el cerebro de la cabeza y el cerebro posterior, y el consiguiente despertar del centro emocional superior constituye el primer paso activo en nuestra evolución voluntaria.

Debemos entender que antes de lograr la transferencia de funciones entre el cerebro de arriba y el cerebro de abajo no podemos hacer absolutamente nada -ni siquiera algo tan elemental como la invocación de la presencia en el presente- porque el cerebro de la cabeza es incapaz de realizar funciones que vayan más allá de los normales procesos de pensamiento lineal, eso que nosotros llamamos “pensamiento asociativo”.

El cerebro de la cabeza es incapaz de una psicología real y no puede usarse para el pensamiento activo. Sus procesos son estrictamente buscar-y-seguir-una-línea-recta, en ciclos periódicos, más o menos convulsivos, de reacciones reflejas activas, y más frecuentemente pasivas, a varios estímulos.

Si esperamos desarrollar un cerebro que sea capaz de auténtico pensamiento activo, de atención y voluntad para despertar a la máquina, que forme una unidad con todas sus partes en armonía, y posea una clara e ininterrumpida visión del mundo no fenoménico, la máquina debe ser dada la vuelta, de arriba abajo.

En lo que se refiere a su estado actual, los centros están invertidos. El centro mental está en el cerebro de la cabeza y el centro motor se sitúa en el cerebro posterior, exactamente al contrario que en el auténtico ser tri-cerebral llamado Hombre.

Los seres humanos del planeta Tierra, en realidad son animales inferiores de dos cerebros, dentro de los cuales fue introducido deliberadamente un tercer cerebro rudimentario, el cerebro posterior, funcionando como centro motor, y dejando así que el cerebro de la cabeza (el centro motor real) llevara a cabo funciones intelectuales para la máquina.

Originariamente, se introdujeron ejercicios de ritmos opuestos para intentar forzar al cerebro de la cabeza a dejar de funcionar como un falso centro mental; pero resultó que el cerebro de la cabeza era perfectamente capaz de producir ritmos opuestos sin demasiados problemas.

Entonces, durante el periodo Aqueménida del Imperio Babilónico, se introdujeron ejercicios mentales y psicológicos en grandes y complicadas dosis. La idea era mantener tan ocupado al cerebro de la cabeza, que los procesos ordinarios de pensamiento asociativo lineal fueran imposibles. Pero éstos continuaron como siempre, a pesar de esta sobrecarga mental artificial.

No fue hasta el siglo sexto del periodo medieval en Europa occidental, que fue introducida la idea, por las escuelas de la región del Kurdistán, en lo que una vez se llamara la Provincia Saramoung , de que el cerebro de la cabeza podría funcionar como un centro motor, empezando con la simple observación, y aumentando gradualmente esta función mediante una implicación cada vez más profunda en el movimiento intrincado, siguiendo cada movimiento de la máquina, por pequeño que fuera, sin dejar que ni un sólo detalle escapara a la atención del cerebro de la cabeza.

Después de un rato se puede notar que, si toda la atención del cerebro de la cabeza está absorta en las variadas sutilezas del movimiento de la máquina como un todo, de las partes de la máquina y de las partes de las partes de la máquina, el proceso entero puede llegar a ser un circo monstruoso de complejidad, en el cual se exige tanta atención, que el cerebro de la cabeza finalmente se ve obligado a automatizar su atención en el movimiento, tomando la responsabilidad de los de la máquina, y asumiendo su papel como el auténtico centro motor del organismo humano.

Mientras tanto, el pobre cerebrito posterior no tiene nada que hacer. Los pensamientos y las ideas empiezan a pasar por él de la misma manera en que los fluidos atraviesan una llave de paso; pero nada parece quedar retenido, como ocurría en el cerebro de la cabeza. Se abren campos enteros de conocimiento; pero todavía no hay nadie en casa para aprovechar esta interesante información mental.

La así llamada “mente inconsciente” nos da, por primera vez de forma completa, un fácil acceso a la totalidad del sistema de almacenamiento de datos de la máquina.

Cuando el cerebro posterior funciona como centro mental, los efectos transformadores de la máquina, considerada como un todo, le ayudan en su desarrollo para convertirse en un cuerpo mental superior. Entonces, cada uno de los centros empieza a funcionar como debería hacerlo.

Cuando los cerebros están invertidos, el centro emocional funciona como un regulador de simpatía-aversión, dirigiendo la máquina y formando hábitos y estados de ánimo de acuerdo con sentimientos artificiales de atracción y repulsión.

Estos hábitos de simpatía y aversión son reforzados en los centros inferiores de la máquina por el proceso inevitable de condicionamiento psico-emocional, a través de la repetición durante un largo periodo de experiencias fenoménicas, produciendo una forma de “astucia-de-laberinto”, semejante a lo que sucede cuando una rata ha aprendido a atravesar automáticamente un laberinto.

Entonces, cuando los centros son devueltos a sus funciones normales propias de un ser de tres cerebros - es decir, que el cerebro de la cabeza funcione como un centro motor mientras que el cerebro posterior funcione como una llave de paso para el flujo de pensamientos, las funciones instintivas vuelven a la normalidad, y el centro emocional empieza a funcionar despertando unos estados de ánimo exactos y voluntarios y, además, no interfiere en la observación imparcial de la máquina y de sus actividades.

El cerebro posterior, recientemente liberado, llega a ser plataforma de observación para la fuente de la atención que, ahora que está libre para observar sin interferencias, también proporciona la importantísima fuerza necesaria para la invocación de la presencia.

La transferencia del centro motor desde el cerebro posterior al cerebro de la cabeza, aparentemente ocurre de forma espontánea. Una noche, nos vamos a la cama incapaces de pensar activamente o de invocar nuestra presencia y, entonces, ¡helo aquí! A la mañana siguiente nos despertamos -en el sentido ordinario de la palabra- capaces de hacer ambas cosas muy fácilmente.

Desde luego este cambio, como todos los cambios semejantes, sólo es espontáneo en apariencia. Únicamente sucede después de un largo periodo de repetidos intentos para forzar al cerebro de la cabeza a asumir las funciones de centro motor.

Para hacer palomitas de maíz, además del propio maíz se necesita también aceite y calor. A todo lo cual debemos añadir el ingrediente más importante, el tiempo... Entonces, cuando el maíz salta, esto sólo es espontáneo en apariencia; pero si conocemos las causas exactas de este proceso, podremos repetir intencionadamente este resultado que, para los no iniciados, es aparentemente milagroso.

Hay algunos para quienes esta transferencia ha ocurrido accidentalmente... Si miráramos hacia atrás, a lo que estaban unos momentos antes, sabríamos y entenderíamos la causa de su transformación. Pero, en general, ellos no tienen ni idea de lo que pasó ni por qué pasó. Lamentablemente para los adeptos que les siguen, esperando que algo se les pegue de algún modo, un grano de maíz que salta no provocará que los otros granos lo hagan, sólo por simpatía.

También existen en varios establecimientos esparcidos estratégicamente aquí y allá por el planeta, en varios lugares no particularmente interesantes, habitantes de celdas acolchadas, a los cuales les ocurrió la transferencia de forma involuntaria.

Han penetrado accidentalmente el velo, que se sitúa como una barrera entre el mundo fenoménico y el mundo no-fenoménico, pero sin el necesario trabajo preparatorio, lamentablemente para ellos y para la absoluta consternación de sus consejeros médicos, que tienen su atención fijada en lo fenoménico.

Inmediatamente después de la transferencia de los cerebros de la cabeza y posterior, uno podría sentirse en realidad incluso más enredado en la máquina que antes, en su “automatismo”... un remolino de condicionamientos automáticos y reflejos. Aunque esta sensación parezca incómoda, y uno parezca estar aún peor que antes, esta condición es sólo transitoria.

El primer ejercicio en una comunidad de trabajo es la observación de las actividades de la máquina en movimiento con la atención ordinaria del cerebro de la cabeza. Esta observación se debe afinar hasta el más pequeño detalle, teniendo en cuenta que es importante no cambiar las manifestaciones de la máquina como resultado de estas observaciones.

El catalizador clave para este ejercicio es recordar, mientras se observa, que el centro emocional no es funcional sólo porque los cerebros están invertidos. Cuando el cerebro de la cabeza, actuando como centro mental, ahoga el funcionamiento del cerebro de en medio, el aparato en el cual normalmente se presentaría el centro emocional, no son posibles las emociones auténticas. El cerebro de la cabeza, funcionando como centro de pensamientos, vela el centro emocional. En términos eléctricos, la máquina biológica humana normal y corriente tiene los cables totalmente cruzados.

Si se hacen las conexiones equivocadas, el circuito queda intermitente y espasmódicamente muerto. Cuando el cerebro de la cabeza funciona como centro motor, entonces se hacen las conexiones correctas con el cerebro de en medio, y el centro de sentimientos trabaja naturalmente por sí solo, funcionando como un centro emocional superior voluntario.

Normalmente, es imposible hacer voluntario el centro de sentimientos, en el sentido de que pueda originar sus propios estados de ánimo porque, tal como está, se ve obligado a acomodar su función a los reflejos espasmódicos dominantes del cerebro posterior.

Ya que el cerebro de la cabeza tiene muy poca fuerza, o voluntad, el centro de mayor fuerza es el centro motor. Cuando el centro mental se transfiere al cerebro posterior, entonces es el centro mental el que tiene mayor fuerza y puede funcionar voluntariamente.

Cuando el cerebro posterior llegue a albergar el centro mental, este último compartirá la fuerza y autoridad del cerebro posterior y, por primera vez, tendrá los medios para dirigir a la máquina en su totalidad.

Piensa en la piedra desaparecida de la cima de la pirámide en el billete de dólar americano. Esto ejemplifica el estado ordinario del aparato biológico humano. El ápice truncado del triángulo es el cerebro de la cabeza, funcionando como el centro mental en el hombre normal y corriente. Sumándole un triángulo invertido, forma el Sello de Salomón. Cuando logremos la transferencia de los cerebros, como se indica en este diagrama de la operación psíquica descubierta por Salomón -lo que le dio autoridad total sobre esas fragmentadas identidades localizadas, que Salomón decidió llamar los djinn, es decir, los demonios inferiores- todos los centros inferiores empezaran a funcionar apropiadamente, y más o menos en armonía y equilibrio.

Pero, para empezar, debemos poner los arneses al centro motor y obligarle a llegar a ser el centro mental, quitándole toda su actividad de centro motor, usando nuestra voluntad de atención para seguir intensamente cada movimiento de la máquina.

El centro mental, residiendo ahora en el cerebro posterior, ya tendrá la fuerza y la voluntad orgánica necesarias para ejercer auténtica autoridad sobre toda la máquina. Éstos son los primeros y primitivos gruñidos de la voluntad real.

Sólo entonces podremos ser mañana lo mismo que somos hoy, tirar nuestros cigarrillos y realmente ir en serio.

La base de este trabajo es la disciplina. Si el centro mental del cerebro posterior dice, “Despiértate, máquina,” acabará por tener la voluntad y la autoridad para ejercer su influencia sobre la máquina, y toda la máquina estará obligada a obedecer.

Aparta la atención de su normal fijación sobre el flujo asociativo de pensamientos pasajeros y en el diálogo interno, y colócala estrictamente en las actividades motoras de la máquina.

Éste es un ejercicio interno especialmente valioso cuando se llevan a cabo labores físicas... cavando zanjas, pintando, lijando, edificando, fregando los platos, cuidando de los niños...

Por ejemplo, supongamos que sucede en este momento que tu máquina está usando el brazo derecho para levantar la taza para tomar café; observa al mismo tiempo como la máquina se apoya en la pierna izquierda, la pierna derecha mínimamente levantada; ahora la máquina está sonriendo y cambiando su peso a la pierna derecha.

En pocas palabras, utiliza la forma usual de la atención; pero en este caso, el sujeto de la atención es ahora exclusivamente la postura y los de la máquina observada, excluyendo cualquier significado psico-emocional.

Normalmente, nuestros ocurren mucho antes de que los notemos, si es que alguna vez llegamos a ser verdaderamente conscientes de ellos, porque no estamos educados para fijar nuestra atención en los de la maquina.

La máquina lleva a cabo en secreto la mayoría de sus actividades. La máquina bebe sin nuestra atención; come sin nuestra atención; incluso hace el amor sin nuestra atención. Ésta es la sanción que pagamos por permitir que el cerebro de la cabeza funcione como centro mental.

Después de haber mantenido nuestra atención en las actividades de la máquina durante un rato, su rutina llega a ser evidente, y sus actividades parecen mucho menos abrumadoras. Cuando transcurre más tiempo, la aparentemente atareada y compleja actividad caprichosa de antes, llega a ser tediosamente previsible, porque de hecho, la máquina hace muy poco. Cuando empezamos a observar seriamente por primera vez, la máquina parece ser un remolino de actividad caótica.

Observa tu mano como si fuera un objeto extraño; pero al mismo tiempo, date cuenta de que es una parte automática de la máquina; se enreda, se agita, y todo por sí sola, sin tu dirección voluntaria.

Observa con asombro cómo, por sí misma, coge un tenedor; nota que ahora la máquina está sonriendo; la mano endereza el cuchillo y alisa la servilleta en la mesa. Y éstos sólo son los toscos de unas pocas partes de la máquina, y sólo en el exterior más superficial. ¿Cuándo lleva a cabo una rotación de la muñeca? ¿Qué músculos se usan?

Las diferentes combinaciones musculares producen variados. No sólo la mano, sino todo en la máquina está de alguna forma afectado por las reverberaciones de cada movimiento. Con el tiempo deberíamos ser capaces de colocar nuestra atención con firmeza en todo lo que haga nuestra máquina. ¿Dónde reposa la tensión cuando la máquina está en reposo? Percibe el centro de gravedad del cuerpo mientras va cambiando.

Nota de vez en cuando el centro de gravedad y dónde llegan a reposar los puntos de peso. ¿Dónde está tu mayor punto de peso? ¿Usas alguna fuerza para mantenerte en equilibrio? Supón que relajas totalmente toda tu musculatura, ¿qué pasa?

Intenta calcular cuánta fuerza se ejerce para mantener tu cuerpo en esa postura; hazlo usando el sensing.

La tensión sólo es mensurable comparada con la relajación. Si nos falta voluntad para relajar a la máquina, no podremos usar la sensación para determinar la tensión exacta requerida para mantener una postura. La relajación y la tensión deben llegar a ser voluntarias para proceder a cualquier observación seria de la máquina.

Empezando con la postura de la máquina en su conjunto, como si estuvieras estudiando una estatua -enfocando primero en las manos, en la máscara facial, el torso, los brazos y las piernas- intenta ver las actividades de la máquina como una unidad completa. Por ejemplo, observa tus posturas sentado en una mesa, escribiendo en un cuaderno, atravesando una cafetería; empieza con las posturas y los más obvios y observables. Por ahora, y hasta que seas muy habilidoso, olvídate de las fluctuaciones delicadas y sutiles..

 

 

   
 
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